"Entra, desconocido, pero ten cuidado con lo que le espera al pecado de la codicia, porque aquellos que toman, pero no se lo han ganado, deberán pagar en cambio mucho más, así que si buscas por debajo de nuestro suelo un tesoro que nunca fue tuyo, ladrón, te lo hemos advertido, ten cuidado de encontrar aquí algo más que un tesoro..."

viernes, 7 de octubre de 2011

NOCHE DE LLUVIA


Sordos golpes se oyen, ecos perdidos.  Son los gritos de auxilio de un corazón frenético, un corazón lastimado. Alborotado, golpea con violencia dentro de un maltrecho pecho, más sus llamadas parecen lejanas y débiles.

“¿Qué te ocurre?”, le pregunto. “No sabría cómo explicártelo”, responde.

Explicación sincera, excusa rápida, suene como suene, es lo que es.  Se siente ahogado y nadie lo escucha, nadie lo comprende. Ruega por su pronta recuperación, buscándole un sentido a todas las cosas que están ocurriendo.

El cielo, gris, lluvioso, lo acompaña en su pesar, se hace eco de sus sentimientos. Los golpes se apagan levemente, como sintiendo que al fin algo -aunque solo sea el clima- lo comprende. Atraviesa un momento de desazón, no sabe que dirección tomar. Pero de alguna forma, las gotas golpeando el tejado lo tranquilizan.

Una taza de té humeante lo espera pacientemente. El calor que irradia le recuerda remotamente al calor que solía sentir en tiempos pasados. Una punzada de dolor amenaza con quebrarlo, pero se repone inmediatamente, aunque sigue golpeando suave pero insistentemente, intentando llamar nuevamente la atención. La lluvia continua golpeando los cristales de las ventanas, y solo ese ruido rompe el silencio que se había levantado.

El vapor del té poco a poco se va consumiendo, va desapareciendo. Así parece será el destino del lastimoso corazón. Tal vez la solución menos atractiva, termine siendo la más efectiva.

Una mirada vacía, carente de brillo, se levanta cansadamente y echa un vistazo alrededor. La tenue luz baña los elementos de la habitación, cual rocío en una mañana primaveral, arrancando sombras grises y lúgubres a cada uno de ellos. Los párpados suben y bajan monótonamente, sin vida. Han perdido la inspiración, las ganas de ser parte de un todo.

Y aunque mucho está perdido, no así la esperanza misma, que siempre está latente, donde nadie puede verla, ni oírla, ni detectarla, esperando pacientemente, en silencio, buscando cualquier atisbo de despertar, cualquier pequeño rayo de luz que logre colarse, para aferrarse a el con todas sus fuerzas y ya no soltarse, para devolver la vida y el color a un corazón que yace opaco y desolado en su hogar en las profundidades del cuerpo, ocultándose, consciente de que el mundo exterior no puede ayudarlo, y mucho menos comprenderlo.

En su solitario lecho, busca juntar las fuerzas necesarias para intentar una resurrección casi milagrosa, para intentar, como el ave fénix, nacer nuevamente de las cenizas. La motivación falta, pero la intención siempre está. Será cuestión de darle tiempo al tiempo y ver como se dan los acontecimientos. Mientras tanto, solo resta esperar.



La lluvia será testigo…

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