Hacía rato que no sentía la necesidad de recurrir al medio escrito para expresarme. Fue como si mi mente colapsara, mi inspiración y mi inventiva desaparecieron y me dejaron el vacío más hueco que llegué a vivir alguna vez.
Ni una sola palabra, menos que menos una frase, salían de mi cabeza. Pero bueno, un buen día volvió todo, llámese hoy, y acá estoy.
Digamos que hoy, terminé de comprender un sinnúmero de cosas a las cuales a veces no les encontraba la respuesta. Y hoy puedo afirmar sin miedo a equivocarme que la vida puede dar un giro inesperado, tal vez de ciento ochenta, tal vez de trescientos sesenta grados, no lo se… Pero cambia, y aunque puede ser para bien o para mal, en este caso a sido para mejor, ¡y cuánto mejor!
Cuando una mañana te levantás y no entendés por qué tenés una sensación de que todo está bien, de que las cosas por fin van a empezar a salir y a ocurrir como vos necesitás, o como vos querés, y hacés, llamémosle un “click”, y te das cuenta de que todo mejoró, de que ya no te molestan cosas que antes te solían molestar, que ya no ves las cosas de un mismo modo, sino que en el lugar donde antes veías un obstáculo, ahora ves una oportunidad, una nueva chance.
Así me siento, hace un par de días, y recién hoy termino de comprenderlo. Porque esos momentos felices, esos flashes de la llamada felicidad, aparecen en mi vida cada vez con mayor frecuencia e intensidad, y me doy cuenta de que al fin puedo controlar mis propios sentimientos, mis propios pensamientos, darles la forma que yo quiero, y disfrutar al máximo y arrancarle lo mejor a todos esos momentos que siempre voy a poder guardar en mi memoria: tardes con amigos, noches de charlas interminables, simples momentos de soledad en compañía de mi mismo, pero que me sirven para seguir descubriéndome cosas y para encontrarles el sentido y el modo de aplicación.
Son simplemente, lapsos, períodos de tiempo en lo que todo es perfecto, el tiempo se te vuela, no le encontrás un sentido al pasar de los minutos, sino que simplemente los dejás pasar, pues no los estás perdiendo, los estás invirtiendo, y eso es lo que te queda después, la satisfacción de saber que le diste el mejor de los usos al tiempo que se te regaló, al tiempo que se te dio para vivir. Y la satisfacción más grande es saber que le estás dando a las personas que considerás importantes en tu vida el regalo más precioso que les podés dar, aquel que no importa cuanto lo intentes, nunca lo recuperás: tu tiempo.
Y es así como a cada paso que doy, cada minuto que pasa y que vivo, lo vivo feliz y sin preocupaciones, porque además, las vueltas de la vida me enseñaron a que lamentarse no sirve de nada, porque ese tiempo tampoco se recupera. Por lo tanto, el tiempo que en otras épocas me lo hubiera pasado lamentándome por cosas que ya pasaron y que ya no tienen causa, hoy lo utilizo para disfrutarlo y entregárselo a las personas y actividades que creo importantes y útiles en mi vida.
En fin, simplemente me siento bien, y ojalá todos se pudieran sentir como me siento yo hoy en día. Y deseo de todo corazón que así sea, y que ojalá a alguien mis palabras le sirvan para replantearse algunos asuntos y poder vivir una vida más plena, más tranquila y más fructífera.
Como siempre, compartiendo mis pensamientos con ustedes, hasta la próxima.
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